sábado, 7 de marzo de 2009

LA ELECCIÓN DE TUL Y DUQUE



Estoy recordando algo muy lindo que observé, durante los días que pasamos en Vega de Valcarce. Comenté que allí deambulaban, libres como el viento, dos preciosos perros de raza pastor alemán. Se llaman Tul y Duque, al parecer el primero es el padre del otro, y los dos recorren el pueblo como si fuera su casa. Los habitantes de allí los aman, porque son cariñosos y buenos y ellos mismos los alimentan y cuidan. Yo los veía como parte integrante del paisaje y los sentí, casi como míos, porque yo amo a los perros. Además todos los vecinos que conocí y, ahora amigos, me mostraron con su actitud hacia ellos que eran parte integrante de ese bello pueblo. Concretamente, mi amiga Pilar, los alimentaba y cuidaba y era curioso ver que, cuando ella salía a algún lugar, la seguían siempre, contentos y revoloteando a su alrededor, moviendo sus colas, muestra de su felicidad. Ellos sentían el amor que el pueblo les ofrecía y, devolvían ese amor a todos. Era precioso ver esa integración y comunicación entre el pueblo y los perros que, un día, de hace como siete años, fueron abandonados por no se sabe quién y que aparecieron en la Vega, como si ellos hubieran elegido ese lugar para vivir su vida. Es algo misterioso, pero es la verdad, los perros eligen a sus dueños y, en este caso hicieron su elección. Al igual que Pilar, otras personas los alimentaban, así que siempre se les veía con un buen lustre en su piel, de perros sanos. Mi amiga me informó que hasta se preocupaban de sus vacunas y de que estuvieran al día en este sentido.Era muy bonito ver cuando llegaban a la Vega los peregrinos, de camino a Santiago y los perros los recibían como si los conocieran de siempre, con la naturalidad, de los que ya habían cumplido ese peregrinaje. Quizás Tul y Duque lo habían hecho, en un tiempo pasado, antes de encontrar su lugar para residir.En el frío y, a veces lluvioso y nevado invierno, Pilar los acogía en un lugar de su propiedad para resguardarlos, sobre todo a Tul que era el que más se le acercaba dócilmente con sus ojos color de miel y su propia humanidad rendida a sus pies, para ofrecerle lo que él podía darle: su fidelidad más incondicional.Es curioso que entre los vecinos se pregunten unos a otros si han visto a Tul o a Duque, dependiendo de que falte uno u otro, preocupados por su bienestar y cuando alguien dice que los han visto por aquí o por allá, se queden tranquilos y sigan su camino. Eso lo he visto cuando he salido con mi amiga a dar un paseo, pero al rato, como si el viento les hiciera llegar su olor, aparecen junto a Pilar, dando saltos de alegría.En aquel momento recordé una canción de Alberto Cortés, así se lo manifesté a mi amiga, llamada “Callejero”. En ella se relata la vida de un perrito, con parecida historia y cómo todos los vecinos del barrio lo sentían como propio.En alguna ocasión en que yo salía para hacer algún recado, Tul me seguía, como a Pilar. Ya me había adoptado, yo lo sentí así y es que ellos saben y quieren a las personas que los aman.Escribo en pasado porque eso es lo que observé durante el tiempo que permanecimos allí. Actualmente, continúa la vida igual. Yo hablo, frecuentemente por teléfono, con mi amiga y siempre conversamos de estos seres preciosos. Ellos son vecinos, muy queridos de la Vega que forman parte de sus vidas.Me viene a la memoria el día de nuestra marcha, cuando al despedirnos de amigos y vecinos, en el grupo se encontraba Tul, como si supiera que debía ir a decir adios a sus amigos del verano y, como todos, se quedó mirándonos, con la melancolía en sus ojos, del que se entristece por nuestra partida.Pero ahora, me he enterado que hay alguien que está incómodo con los perros y quieren que desaparezcan del pueblo. ¿Por qué?, si ellos no hacen mal ninguno, al contrario. Los niños los quieren y ellos a los niños. ¿Qué ladran?, es natural, también los que están con sus amos, en sus casas lo hacen, es su forma de comunicarse o de avisar que algo no va bien. Estoy segura de que esas personas cambiarán su actitud de rechazo, cuando se den cuenta de que si llegaran a faltar Tul y Duque del lugar que eligieron, este sería diferente. Además cuidan su espacio, que en este caso, es todo el pueblo. Esa debe de ser la forma que Tul y Duque tienen para defender lo suyo y, lo suyo es toda la Vega de Valcarce.


Lolita Martínez Pérez2 de Febrero de 2009

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